lunes, 24 de agosto de 2009

EL ENSAYO

En términos generales llamamos ensayo a una composición escrita en prosa, de extensión variable, en la que damos nuestras ideas y punto de vista particulares sobre un tema que nos interesa o que nos es asignado.

Contrariamente a lo que sucedía en otras épocas, en la actualidad no hay forma específica de escribir ensayos, pues depende del objetivo que se busque, del tema que se va a desarrollar, la información con que se cuenta, la extensión y profundidad que se desee, etc. Esta flexibilidad permite al ensayista realizar un escrito que si bien procede de una investigación, puede manifestar en estilo muy personal, expresando no sólo lo que sabe, sino también lo que siente y opina sobre el tema en cuestión.

En la escuela es una práctica común la redacción de ensayos. De hecho, el ensayo es el género que empleamos con más frecuencia, y tal vez el que más leemos, dadas todas las facilidades que nos permite. Cada vez que un profesor te pide desarrollar un tema, o que realices una investigación y la reportes en un escrito en prosa, lo más probable es que estés escribiendo un ensayo.

No obstante su aparente simplicidad y la falta de rigor con que se maneja actualmente, para redactar un buen ensayo es preciso cuidar ciertos aspectos, tanto contenido como su aspecto formal. Enseguida se presentan algunos puntos de manera muy general; posteriormente, el comentario más detallado de la estructura del ensayo te ayudará a manejar mejor este recurso.

Pasos mínimos para escribir un ensayo

  1. Selección del tema. Si bien el ensayista tiene la facultad de expresar sus opiniones sobre el tema en cuestión, nadie puede hablar de lo que no sabe, por lo que resulta totalmente necesario que el tema elegido sea de tu conocimiento. Si no es así, entonces deberás realizar una investigación que te permita conocerlo objetivamente, antes de pensar en su redacción.
  2. Búsqueda de información. Una vez determinado el tema, se busca la información necesaria. Como en los otros ejercicios de redacción, elabora un cuestionario y respóndelo considerando tus conocimientos previos, así como la consulta de fuentes bibliográficas y de otro tipo.
  3. Organización. Para organizar debidamente tus ideas, decide qué te interesa decir y cómo quieres hacerlo. En función de lo anterior; qué y cómo, realiza un plan o bosquejo que visualice la estructura deseada. No pierdas de vista el objetivo de tu ensayo, pues ello depende también la forma como organices tus ideas. No es lo mismo escribir para tus compañeros que para un periódico, para despertar la conciencia hacia algún problema social o político, que para hacer ver alguna curiosidad de la naturaleza.
  4. Redacción, según el orden previsto. Escribe respetando el orden que has determinado; desarrolla tus ideas lo mejor que puedas y cuando termines, revisa que tus oraciones y párrafos sean congruentes y cohesivos. Observa los elementos de enlace que estás empleando y asegúrate de que cumplan su cometido. No dejes deas inconclusas ni sin relación con las demás.
Esta información aparece más adelante en forma esquemática. Léela para que complementes tus ideas acerca de qué es un ensayo y qué debes hacer para escribirlo.

Estructura del ensayo

El ensayo se estructura tradicionalmente en 3 partes: introducción, cuerpo y conclusión.

Introducción. Es parte de todo escrito, en la que suele presentarse en términos generales el tema que se desarrollará después y los propósitos del mismo. En la introducción de un ensayo escolar se pueden dar generalidades, antecedentes, explicar la naturaleza del tema, especificar las variables, que se desarrollarán. A veces se inicia con un ejemplo o situación específica en que se aplique el tema, para señalar la importancia de abordarlo. Los ensayos creativos, en cambio, pueden comenzar con anécdotas, una frase célebre, etc.

Cuerpo. Es el desarrollo del ensayo, la explicación de lo que se anunció al principio. Aquí se exponen las ideas que se tienen sobre el tema, se comenta en forma personal la información, se proporcionan datos y se amplían los conceptos, con reflexiones, ejemplos, comentarios, comparaciones, etc.

También se pueden confrontar las ideas de varios autores sobre el tema investigado, estableciendo puntos de afinidad o discrepancia. Abarca, en términos generales, las dos terceras partes de la extensión total del ensayo.

Conclusión. Ésta no es sólo la opinión personal del ensayista sobre el tema que investigó. Para concluir, realiza el resumen de los puntos desarrollados a lo largo del ensayo y sus consecuencias, comenta los resultados y da una opinión final, la cual puede consistir en una postura específica ante el tema, una interrogante, un juicio de valor, una exhortación, una propuesta para resolver el problema tratado, etc.

Una manera recomendable de concluir es retomar la introducción, para ver hasta qué punto se logró lo anunciado en ella.

Pasos para redactar un ensayo.

Busca toda la información que necesites para desarrollar el tema que has elegido o te ha sido asignado. Para ello:

  • Especifica objetivos: ¿Qué quiero lograr? ¿Cuál es el propósito de mi ensayo?
  • Pregunta todo lo que puedas acerca del tema: ¿Qué variables voy a considerar? ¿Qué es ¿ ¿Cómo es? ¿Para qué sirve? ¿Dónde se da? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué o quiénes intervienen en él? ¿Qué pasaría si no existiera? ¿De qué manera afecta a mi comunidad?... Todo depende de la naturaleza del tema, de los aspectos que te interesen y de los objetivos que hayas definido en tu trabajo.
  • Responde por escrito todas las preguntas que formulaste. Utiliza tus conocimientos previos y la información que has recabado; busca las respuestas en las fuentes que estén a tu alcance: libros de texto, enciclopedia, resúmenes, revistas, videos, periódicos, material en línea, personas, etc. A medida que vayas respondiendo tu conocimiento del tema será mayor y tendrás ideas más claras sobre el mismo; sabrás que aspectos son más interesantes, cuáles necesitas consultar más, cuáles te parecen poco relevantes, etc. En esta tarea las fichas de trabajo son de gran ayuda para organizar la información.
  • Elige un título que esté de acuerdo con el tema que vas a desarrollar. Además de que todos los ensayos deben ser titulados, esto te permitirá no apartarte de la idea principal.
  • Redacta tu ensayo. De todo lo que has investigado sobre el tema elegido, selecciona la información que necesites; escribe tus ideas organizándolas en párrafos que hablen de un solo aspecto del tema, verificando que los enunciados resulte coherentes y claros. Como podrás darte cuenta, cada párrafo- y todas las oraciones que lo integren- responde a una de las preguntas que te formulaste al iniciar tu investigación. No olvides la introducción y las conclusiones.
  • Revisa críticamente. Antes de pasar en limpio tu ensayo, léelo (o pide a alguien que lo lea) con cuidado para revisar sintaxis, vocabulario y ortografía. Si repites mucho una palabra o construcción, sustitúyela con otra equivalente; cuando sea necesario, vuelve a redactar. Asegúrate de emplear nexos y frases de enlace debidos en cada párrafos, y que la puntuación ayude a seguir el orden de las ideas.
Estrategias de presentación

  • Separa tus ideas en párrafos que hablen de lo mismo, y verifica que sean coherentes y lógicas.
  • Ningún trabajo serio se escribe sólo con letras mayúsculas.
  • Si tu máquina no maneja acentos, debes escribirlos a mano, aun en las mayúsculas.
  • Gráficas, dibujos y demás ilustraciones requieren una presentación impecable.
  • Cuando presentes una gráfica o diagrama, debes explicar claramente sus elementos, valores y función, y colocarla en el lugar que sea pertinente. Sólo si en la introducción anuncias que tus gráficas irán juntas en un apéndice, podrás anexarlas al final del trabajo.
  • En la hoja final de tu trabajo debes reportar la bibliografía que consultaste.
  • La portada de tu trabajo debe ajustarse al modelo que establezca tu profesor, la escuela o la institución donde estás.
ACTIVIDAD

Ahora lee y analiza este ensayo breve, pero de temática muy distinta. Resuelve el ejercicio al final.

Sócrates, pensador ejemplar

De baja estatura, cargado de espaldas, de nariz aplastada y ojos saltones que parecían querer escapar de su rostro, Sócrates (469-399 a.C.) no era, ciertamente, un modelo de belleza. No sobresalía ni como orador, ni como político, ni como artista. Sin embargo, fue uno de los espíritus más distinguidos del mundo antiguo, y su recuerdo perdura, porque quiso y supo ser servidor de la verdad. Para hallarla, Sócrates no se encerró entre muros ni pidió a los antiguos manuscritos la solución de sus problemas. Le complacían todos los lugares y en todas partes se le podía encontrar: en el gimnasio, en las calles, en el mercado. Conversaba con toda clase de personas, sin distingos, y por medio de preguntas, sutilmente insistentes y escalonadas, llevaba a su interlocutor al descubrimientos de la verdad.

Sócrates no escribió nada, pero un grupo de fieles discípulos suyos, como Platón, Jenofonte y Alcibíades, recogieron y nos dieron a conocer sus enseñanzas.

Aunque pudiera suponerse que un hombre como Sócrates no tendría enemigos, la ambición y los bajos instintos de algunos de sus contemporáneos terminaron por destruirlo. No obstante que era un hombre piadoso, Sócrates no pudo menos que criticar la fe supersticiosa que aceptaba como dignas de los dioses viejas creencias sanguinarias y licenciosas. Lo acusaron de corruptor de la juventud y demoledor de las tradiciones; lo llevaron ante el tribunal de los atenienses y fue condenado a morir bebiendo un vaso de cicuta*.
*cicuta= veneno vegetal, sumamente efectivo.

La muerte de Sócrates fue, si se quiere, más ejemplar que su propia vida. Pudo escapar de la cárcel y de la muerte, si hubiera querido, y así se lo rogaron sus discípulos, para quienes resultaba imposible la idea de perderlo. Pero no quiso. “Siempre fui buen ciudadano- decía-; siempre he respetado la ley; y es mi deber hacerlo, aun si quienes la aplican son mentirosos y malintencionados”.

Llegó el día fatal. Sócrates debía morir al crepúsculo. Desde el alba llegaron a la prisión su mujer y sus discípulos. No reprimían el dolor y las lágrimas de despedida. Sócrates, en cambio, calmo y lúcido, rogaba que no olvidaran sus enseñanzas recibidas y que no lloraran por él, pues entraba en un mundo mejor donde el mal era desconocido. Consolado, hablando de la inmortalidad, llegó a la hora decisiva, tomó el vaso de veneno y lo apuró lenta, serenamente hasta el fin.

Tario Blanco, Julio. Los grandes pensadores

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